ACTUALIDAD



25 March 2021

Experiencias educativas fundamentales



Mi nombre es Sofía Molina, tengo 35 años y soy madre de dos niñas mellizas de 6 años. Su padre es de la comunidad indígena arhuaca y hasta el momento hemos podido generar un diálogo enriquecedor en la práctica de ser padres y acompañantes de las niñas: Flora Ati Gundewun y Valentina Ati Seynerawun. Nuestro proceso ha sido guiado por la intuición y un amor muy grande hacia ellas y nosotros. Soy una persona en formación en el sentido de que me encuentro en proceso de recuperación de una crianza orientada por un padre que en ese entonces tenía problemas con el alcohol y otras sustancias, una madre presente pero joven e inexperta que vivía durante una larga separación su verdadero primer amor y una Institución educativa ultra derecha miembro del Opus dei.

Desde que nací dormí en mi propio cuarto, hoy creo que muchas veces mi llanto no fue escuchado. Con el tiempo, mi propia experiencia de ser madre y algunas lecturas como El Concepto de cotinuum de Jean Liedloff me di cuenta de que soy una persona insatisfecha -en proceso de recuperación- a quien se le dificulta aceptar regalos, cumplidos, cosas positivas de los demás. Además ha sido todo un reto para mí aprender a decir lo que siento con firmeza, me cuesta mucho expresar mis desacuerdos.

Estudié filosofía primero en la Universidad de los Andes y luego en la Universidad Nacional. Entré allí con mucha ilusión pues buscaba y aun busco la sabiduría. Lo que me incomodó -y siempre fue en incremento- fue conocer los profesores, ver la incoherencia de los bellos discursos por ejemplo de la filosofía antigua contrastados con vidas (a mis ojos juveniles) decadentes y aburridas. Sentí que la filosofía había perdido el poder de transformar a las personas y tuve varios momentos en los que quise huir de allí. Bebía y tenía novios. Sin embargo, sin mucho esfuerzo obtenía buenas calificaciones y matrícula de honor varios semestres. Me gradué con una tesis que hoy me sigue orientando: La filosofía como modo de vida. En este trabajo exploré la idea “de cómo se llega a ser lo que se es” guiada por algunos textos de Nietzsche y Alexander Nehamas. Abordé el tema del cuerpo, hábitos breves, el arte de vivir. 

Sabía que por mi promedio me permitiría obtener una beca para posgrado, ya estaba hastiada del gremio de los filósofos entonces apliqué para Trabajo Social pues pensé que tal vez así podría cambiar el mundo. Aguanté dos semestres hasta que tuve dos sueños muy reveladores. En uno de ellos, las profesoras de trabajo social eran ancianas muy débiles que con gran esfuerzo impulsaban un mecanismo que daba vueltas sobre su eje… yo miraba el engranaje y me daba cuenta de que esa fuerza no conducía a nada... esto me dejó pensando unos días. Después tuve otro sueño revelador, esto me llevó a tomar una decisión impulsiva en un fin de semana. El Lunes me alisté, me despedí de mi papá con quien vivía en ese entonces y sin decir a nadie en vez de bajarme en la Universidad me bajé en el  aeropuerto y tomé un vuelo para Leticia dejando una carta pública en la Universidad sobre mi renuncia a la Beca como una búsqueda de la verdadera vida. Sé que mi vida personal no es especialmente interesante pero lo menciono porque lo que se comparte en las relaciones humanas y sobre todo con los niños es la vida, se comparte el ser, la transmisión fundamental ocurre en el terreno de lo invisible y entiendo que por eso es tan importante sanar la vida para educar.

Flora y Valentina en la casa hecha por Dugunawin 

Después de muchos ires y venires estuve estudiando agricultura biodinámica en Brasil, allí viví en comunidades alternativas y después de otro periodo de experimentación intensa llegué a la conclusión de que lo mejor era regresar a Colombia y montar mi propio proyecto de agricultura orgánica en un terreno de la familia en Tenjo. Así lo hice y tuve una pequeña empresa de producción de miel de yacón. En ese periodo de tiempo llegaron las niñas. Esto marca un antes y un después en mi vida. Cuando las tuve me sentí inexperta pues nunca había tenido contacto con bebés y no era algo que me fluyera con naturalidad. En esto mi compañero me ayudó mucho pues él si sabía mucho más que yo. Él estaba sorprendido desde el embarazo de cómo yo era tratada como si estuviera enferma y aprendimos mucho sobre el miedo como la fuente de poder de nuestra sociedad. Sin embargo yo en efecto tenía miedo porque eran dos niñas, quería tenerlas en la casa pero caminé el camino “seguro” de la eps (por si acaso) que me llevó a una cesárea que recuerdo como un momento muy triste de pérdida de poder, me quitaron una de las niñas (que fue a neonatos por 3 días solo por bajo peso) solo por venganza del médico, casi no me entregan las placentas que eran claves para la cultura de Dugunawin, fue terrible. En estas experiencias reconozco ya los planteamientos de Ivan Ilich, me sentí como una víctima de la Institucionalización del parto, separada del saber sobre mi cuerpo y de una de las niñas, abierta, cosida, la cirugía fue violenta pues el médico se molestó porque yo intenté tenerlas de manera natural y no me dejé poner la epidural… esto me lo permitió el médico de la noche pero al del día le molestó mucho y bueno… etc.

Enseguida tuvimos el debate de las vacunas… las enfermeras nos iban a buscar hasta la casa  (cosa que nunca pasó antes), me di cuenta de que en realidad el control del estado sobre los niños es prioritario por no siempre buenas razones. Vivíamos con lo necesario. Las niñas empezaron a crecer, yo había leído el libro de Carlos Gonzáles “Un regalo para toda la vida” y menos mal, pues cuando fui a la primera y única cita de pediatría 20 días después del nacimiento de las niñas la doctora no me podía creer que las pudiera lactar a las dos y que estuvieran bien.

Dormí siempre con ellas y con Dugunawin, en su cultura es así y yo sentía que quería estar cerca. En contravía de la opinión de mi mamá consideraba que no las debía dejar llorar, todo esto fue puramente intuitivo y conversado con Dugunawin. Por ese tiempo vino de visita Gunkawia (la hermana de Dugunawin), las niñas tendrían un año y medio. Gunkawia era muy hábil y empezó a ayudar, cargaba las niñas de un lado al otro, las llevaba de paseo y las niñas dormían… esto duro tres meses y de una manera natural las niñas redujeron el seno solo para las noches pues de día se dormían en los paseos que les daba la tía. Ella me enseñó a seguir mi vida cotidiana cargándome las niñas, entonces yo me iba al lavadero a lavar pañales de tela y ellas se quedaban dormidas con el movimiento, esto fue algo natural y fácil.

Mi hermano es profesor de un colegio privado en Bogotá y ante nuestra incipiente economía siempre me ha dicho que sería posible trabajar allí pero yo siempre he sentido que no quiero alejarme de las niñas y hemos hecho todo tipo de malabares para estar con ellas y para que la pasen bien.

A los tres años empezó la presión porque entraran al jardín, yo encontré un jardín interesante que aplica la pedagogía Montessori, es un proyecto social de un restaurante de Tenjo entonces nos podían “recibir” las niñas sin pagar. Para ese entonces nos visitaba un mamo familiar de Dugunawin y lo invitamos a que nos acompañara a conocer el lugar. Yo estaba muy orgullosa por haber encontrado este espacio pues era muy bonito y mis alternativas se reducían a ir a la Sierra (difícil), Waldorf o Montessori. Llegamos, ellos entraron, el mamo era la segunda vez que bajaba de la Sierra y nunca había visto algo así, tampoco hablaba español. Se quedó observando un buen rato a los niños ocupados con sus dinámicas. Llegó la dueña que nos quería conocer y se pusieron a hablar. Para mi sorpresa lo que dijo el  familiar de Dugunawin fue: “pobres niños, ¿dónde están las mamás?, los veo ahí abandonados, haciendo actividades inútiles, lo que hacen no se parece nada a la vida…”. Se alargó la charla y todo terminó con la dueña del jardín aconsejándome que no metiera a las niñas allá sino que siguiéramos como íbamos… y seguimos. 

 A los cuatro años de las niñas, Dugunawin viajaba y necesité “dejar” a las niñas en algún lugar un momento mientras hacía unas diligencias. Encontré un buen lugar en Tenjo, ofrecían cuidado activo a los niños. Su fundadora es una desertora del sistema tradicional e intentaba seguir las ideas de Reggio Emilia, me pareció fantástico pues era un lugar donde podrían jugar y las profesoras a mi entender se comprometían a “no enseñarles nada”, eso era lo que yo quería. Que no les enseñaran nada. Desde pequeñas vi a las niñas como seres que traían muchas cosas en su interior y supe que mi lugar en todo esto era brindar las condiciones para la expresión y desarrollo de un proceso que fundamentalmente es de adentro hacia afuera y que luego se va retroalimentando y se vuelve un tejido. Me aterraba y todavía me aterra que las fueran a llenar de información inútil como lo que hicieron con nosotros. Tampoco me interesaban los horarios pues implica estar obligados a interrumpir los procesos. En esta etapa me encontré con las ideas de André Stern, fue muy importante para mí aprender a confiar en las niñas y poner el énfasis allí, tengo muchos amigos en el mundo de la pedagogía Waldorf y siempre he sentido que están compitiendo por saberse “la mejor pedagogía” pero con Stern aprendí que esto no es lo importante; ir a un colegio a otro, optar por un método o por otro, no, lo importante es esta actitud de confianza radical en los niños. También mis estudios libres de Jung me percataron de que los niños perciben lo que somos profundamente, así que el mejor maestro si se quieren buscar maestros o referencias no son las personas con doctorado sino los seres humanos que han logrado “ser lo que son”. Entonces con Stern aprendí a poner énfasis en la actitud fundamental de confianza hacia el niño y de respeto por el proceso de aprendizaje que nace de su interior y que se desarrolla en el campo del juego… leí tantos libros de filosofía y nunca encontré “la esencia” del hombre, y con André Stern y mi experiencia materna me pareció clarísimo, evidente: “el medio de desarrollo de un ave es el cielo, el medio de desarrollo, el ámbito propio que le corresponde al ser humano es el juego”. Entonces con estos referentes iba afianzando mi intuición, acompañada de la seguridad y tranquilidad de Dugunawin que nunca se preocupó por la educación de las niñas pues él fue a la escuela a los 14 años porque quería aprender a leer y escribir pero para ese entonces ya sabía muchas cosas. Las niñas han crecido en el campo, primero en Tenjo y desde Febrero 2020 en El Ocaso… tienen buen alimento, juegan, duermen cuando tienen sueño, comen cuando tienen hambre, la verdad como todas las vidas la nuestra tiene muchos desafíos (y yo estoy en un proceso profundo de recuperación) pero hasta el momento este tipo de crianza ha sido muy natural y no nos ha dado problemas, es decir, ellas son muy tranquilas, hay un alto grado de auto regulación, respeto y libertad. Tienen propuestas de actividades pero siempre deciden si quieren hacerlo o no.

Hace unos días leí una frase en internet: “Educar para la desobediencia”…. Y creo que eso es lo que hicimos intuitivamente cuando las niñas estuvieron en el jardín de Tenjo. Este espacio no tenía horario, nosotros pagábamos una jornada de 4 horas diarias que podían tomar en cualquier momento del día… allí de todas formas habían profesoras y sobretodo Valentina es muy creativa, no le interesa mucho que le digan qué hacer, como es natural ella desafió la capacidad de las profesoras, yo intervine algunas veces pidiendo respeto a la niña, el lugar tenía varios espacios de juego y simplemente mi instrucción era que la dejaran libre… que no la molestaran por favor, ella solo iba allí a jugar porque le gustaba y a mí me servía el ratito para trabajar.

En la actualidad les proponemos actividades. La idea es que yo me aseguro de que entiendan las instrucciones, si les gusta lo hacen y si no hacen lo que quieren con la propuesta.

En la actualidad trabajo escribiendo para internet y recibimos un ingreso de la casita de Tenjo que está alquilada. Me cansé del agro negocio pues no me gusta hacer actividades mecánicas ni buscar clientes. Vivimos con lo necesario. Hemos pensado y hablado mucho con Dugunawin sobre la educación, también sobre la educación arhuaca, tan compleja para los jóvenes sobre todo en los espacios de mayor cercanía con los colonos… cuando hemos pensado en la “educación” ideal, cuando hemos soñado con hacer algo en la Sierra siempre hemos soñado con crear espacios para que los seres se desarrollen en sus motivaciones intrínsecas con libertad, apoyo y orientación de personas que también estén motivados e interesados en estos procesos. Aunque a Dugunawin le da sueño leer y le da sueño la pantalla tiene una enorme experiencia vital muy valiosa. Ayer vino una amiga bióloga que está en proceso de sacar un doctorado y Dugunawin dialogó con ella con fluidez sobre plantas y animales del bosque. Pero esto no solo lo sabe sino que lo vive cotidianamente con una profundidad, respeto y amor que no siempre da la biología como ciencia institucionalizada. 

Si llegaste hasta aquí me alegra, creo que mantener una actitud de educadores y al mismo tiempo estar abiertos a ser educados de manera permanente por todos los seres que nos rodean puede ser una de las pistas esenciales para transformarnos y transformar nuestro entorno más próximo. Necesitamos mucho dejarnos educar y educar, sobre todo en las relaciones. Gracias por tu atención.

Sofía Molina

* Obras de arte: "Mi casa" por Valentina y "Una flor" por Flora