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27 September 2021

Motivación en la educación



Por Gabriela Ramírez

¿Cómo motivamos a los niños a aprender? Dentro del contexto educativo, encontramos esta pregunta repetidas veces. Sin embargo, puede ser más relevante preguntarse: ¿necesitan los niños ser motivados para aprender?

Bebés curiosos, niños aburridos

Cuando observamos bebés de 1 o 2 años, los vemos curiosos, queriendo explorar todo lo que se encuentran. Quieren conocer la textura, el peso, el sabor y el uso de cada objeto que ven. Su deseo por adquirir nuevas habilidades es gigantesco. Pueden caerse 100 veces aprendiendo a caminar, pero estamos seguros de que lo volverán a intentar 101 veces más.

Uno de los retos con los que se encontró mi hija aprendiendo a caminar fue el de subir escalones. Cada vez que se encontraba un pequeño escalón, podía durar varios minutos subiendo y bajando, probando con un pie y con el otro, con diferentes velocidades y técnicas. Sólo lo hacía al inicio con escalones muy pequeños. Ella misma se fue retando a lo largo de los meses a intentarlo con escalones más altos. Algunas veces se sentía especialmente valiente y se botaba sin miedo. Otras, era más precavida o prefería bajar o subir usando sus manos. A veces incluso extendía su mano pidiendo ayuda. Se cayó en muchas ocasiones, y en otras lo hizo de manera exitosa. Pero siempre lo seguía intentando, sin necesitar a ningún adulto motivándola o explicándole nada. Es un aprendizaje progresivo que le tomó meses y que practicó en cada ocasión que pudo.

Luego vemos personas de 12, 15, 20 años que necesitan siempre de un adulto que le premie cada esfuerzo, que le incentive cada ensayo y que le desglose cada parte del aprendizaje. Ante cada caída se frustra, empezando a creer o con la creencia ya arraigada que cada error es mucho más que una oportunidad por mejorar, pensando que es algo que lo determina, que lo hace “bueno” o “malo”, “capaz” o “incapaz”, un 2 o un 5.

Los profesores pasan horas pensando en la manera más interesante y entretenida de trabajar cada tema, buscan herramientas de motivación que pueden incluir halagos, sobornos, manipulaciones, amenazas o seguimientos de comportamientos. ¿Qué pasó en el camino de este niño para que pasara de ser esa persona curiosa, lista para intentarlo todo, sin miedo a fallar, con ganas de probar todo tipo de cosas por sí mismo para lograr cualquier objetivo?

 

¿Motivar o manipular?

John Holt dice en su libro Cómo aprenden los niños:

“… no necesitamos “motivar” a los niños a aprender engatusando, sobornado o matoneando. No necesitamos estar buscando en sus mentes para asegurarnos que estén aprendiendo. Lo que necesitamos hacer, y es todo lo que necesitamos hacer, es traer lo que más podamos de mundo al colegio y al salón; darles a los niños tanta ayuda y guía como necesiten y pidan; oír respetuosamente cuando quieran hablar; y luego salir de sus caminos. Podemos confiar en que ellos harán el resto.”

Las palabras usadas pueden sonar fuertes: manipular, sobornar, castigar, humillar, matonear… pero veamos porqué se usan. Cuando hablamos de manipular, decimos que distorsionamos la justicia o la verdad para lograr nuestros intereses. Les decimos a los niños que aprenderse las capitales de un país es importante para sus vidas, o que pasar horas en casa haciendo ejercicios escritos repetitivos es necesario para obtener una calificación que le permitirá lograr sus objetivos. Usamos diferentes tipos de sobornos tanto “positivos” como “negativos” tales como:

“Si acabas a tiempo puedes salir a jugar”

“Si hablas solo en inglés ganarás puntos y con esto una torta”

“Si no haces la tarea te quedarás sin recreo”

“Puedes ir al baño en cuanto acabes”

“Como no hiciste la tarea, deberás quedarte en el descanso completándola”

“Si te aprendes esto, obtendrás puntos adicionales”

Este tipo de manipulaciones y sobornos que usamos docentes y padres, tienen una consecuencia que nos afecta enormemente en nuestra vida adulta. Nuestra motivación para actuar se vuelve extrínseca. Esto quiere decir que cuando actuamos, lo hacemos esperando ser premiados o evitando castigos externos. Esto implica que cuando no contamos con estos incentivos, puede que no nos veamos motivados a actuar o nos sintamos confundidos o perdidos. Esperamos a que alguien externo nos diga cómo actuar, con miedo a que “nos cojan” haciendo algo indebido.

Y lo más duro de todo que es la humillación y el matoneo, que ocurren con frecuencia. Tuve una compañera de trabajo con quien fue muy difícil compartir. Las niñas le temían, y alguna vez una niña de 9 años se hizo en los pantalones porque no le dio permiso de ir al baño.

Motivación y cultura ciudadana

Durante un par de años antes de conocer mi pasión por la educación trabajé en Corpovisionarios, una organización fundada por Antanas Mockus que realizaba proyectos de cultura ciudadana. Allí aprendí la teoría de comportamiento ciudadano de Mockus, según el cual las personas actuaban motivadas seis posibilidades. Veámoslo con el ejemplo de parar cuando el semáforo se pone en rojo.

 

 

Personal

Social

Legal

Positiva

Paro cuando el semáforo está en rojo porque entiendo y siento que es lo correcto

Paro en el semáforo en rojo para que los otros conductores y peatones vean que soy educado

Entiendo la relevancia legal de acatar las señales de tránsito

Negativa

Me siento mal si no paro en el semáforo en rojo

Temo ser juzgado por no detenerme en el semáforo

Paro en el semáforo en rojo para evitar sanciones

 

 

En los casos sociales y legales, la motivación es extrínseca. Es decir, actúo por complacer o por evitar la sanción de otros. Durante su alcaldía, Mockus buscó reforzar los motivadores sociales con mimos que ponían en evidencia y avergonzaban a quienes no respetaban las cebras, aludiendo a los motivadores sociales negativos. También incorporó unas paletas con un dedo apuntando hacia abajo o hacia arriba, que usaban los conductores para señalar o premiar las conductas de los otros. De esta forma, buscó que existieran motivadores más allá de los legales para cumplir las normas.

Pero, ¿qué queremos buscar cuando hablamos de educación? Idealmente, ¿cómo queremos que se motiven nuestras futuras generaciones? La motivación intrínseca implica un sentido profundo moral, pero además un reconocimiento de talentos y pasiones que nos lleva a esforzarnos por mejorar nuestras habilidades y conocimientos al respecto. Más allá de la teoría sobre cultura ciudadana, la motivación personal permite una mayor seguridad para desarrollar habilidades de toma de decisiones.

Motivación intrínseca en la educación

Como animales sociales, lo que más quieren los niños es pertenecer a su grupo social. Hacer parte de la vida común es motivador suficiente para regular muchos comportamientos humanos. Además, puede ser observada y manipulada con mayor facilidad.

La motivación personal, la que llevamos dentro y nos impulsa a querer saber, aprender, conocer y tomar decisiones está dentro de nosotros, invisible en apariencia a los ojos de nuestros pares. Las estrategias pedagógicas como el soborno, la imposición de normas, los premios y los castigos no pueden de ninguna manera llevar a crear este tipo de motivación. La única manera es dejar ser, permitir que el bebé que aprendió a caminar pueda seguir con las riendas de su propio aprendizaje. Darle la mano cuando lo pide, y dejarle caer y volverlo a intentar cuando no. La motivación por aprender es innata a los humanos, solo que aprendemos lo que encontramos útil, interesante y que nos conecta con nosotros mismos, con otros y con el mundo.

 

Foto 1 de Анастасия Триббиани en Pexels

Foto 2 de Mikhail Nilov en Pexels